
Diana Pinto / El País
La eficiencia es la asignatura pendiente en los sistemas públicos de salud. Ser eficiente en la producción de estos servicios se consigue de dos formas: haciendo las cosas correctas, es decir, asignando los recursos a aquellos servicios sanitarios que producen los mejores resultados por cantidad invertida; o haciendo las cosas bien, es decir, consiguiendo los mejores resultados al menor coste. No son tareas sencillas, pero América Latina y el Caribe ha venido experimentando tal crecimiento de sus gastos en salud que, ante el panorama actual de restricciones presupuestarias, es urgente que sus gobiernos centren la atención en ser eficientes, haciendo más con los mismos o con menores recursos.
El aumento de las enfermedades crónicas en esta parte del mundo demanda, además, nuevas respuestas sanitarias y contribuye al incremento del gasto público, ya que esas patologías son las que consumen más recursos económicos y profesionales de los sistemas de salud. Una de estas enfermedades es la diabetes, que hoy en día afecta a un 20% de los mayores de 60 años y es un problema especialmente grave para los países del Caribe, donde la padece, como mínimo, el 30% de sus habitantes. Y afirmar como mínimo no es gratuito porque, al igual que la hipertensión y otras enfermedades crónicas, la diabetes, a menudo, no es diagnosticada. Se considera que el 80% de los diabéticos del mundo vive en países de ingresos medios y bajos y la mitad de ellos no sabe que padece la enfermedad.