
A. Otero / ABC
Dormir es una parte esencial de nuestro ciclo vital. Y es que los seres humanos, como ocurre con todos los seres vivos, necesitamos descansar. Más aún en el caso de los niños y adolescentes, cuyos organismos, aún en fase de desarrollo, requiere un esfuerzo –y un reposo– ‘extra’. De hecho, distintas investigaciones han demostrado que los menores que no disfrutan de un sueño de calidad tienen mayor riesgo de obesidad. Sin embargo, las consecuencias de este reposo inadecuado podrían ser mucho más graves. Y es que como muestra un estudio dirigido por investigadores del Hospital General Infantil de Massachusetts en Boston (EE.UU.), el sueño insuficiente –es decir, dormir menos horas de las necesarias– y de mala calidad –con demasiadas interrupciones– afecta de forma muy negativa sobre la salud cardiovascular de los adolescentes.
Como explica Elsie Taveras, co-autora de esta investigación publicada en la revista «Pediatrics», «si bien un gran número de estudios han asociado el sueño de corta duración con un incremento de la obesidad en niños, son muy pocos los trabajos que han examinado los efectos de la calidad del sueño sobre otros factores de riesgo, caso de la presión arterial, los lípidos plasmáticos y el metabolismo de la glucosa».