
El Financiero
Uno de los impuestos más elevados del mundo a los refrescos parece estar funcionando. Pasado apenas un año, en México la compra debebidas azucaradas ha declinado 12 por ciento, indica un nuevo estudio, y lo mejor es que la mayor declinación se ha producido entre los pobres, que son quienes menos acceso tienen a atención médica.
Debería alentarse a otros gobiernos –entre ellos al de Estados Unidos- a imponer gravámenes similares y a tomar otras medidas firmes para reducir el consumo de sodas.
Las bebidas azucaradas se cuentan entre las principales causas de laobesidad, y en México el porcentaje de obesidad es el segundo más alto del mundo desarrollado, sólo por debajo del de Estados Unidos. La obesidad se está convirtiendo en una epidemia global, y no es mucho lo que hacen los gobiernos al respecto.
Algunos han alentado a los niños a hacer ejercicio y comer alimentos saludables, lo cual es un buen consejo. Otros han organizado competencias de pérdida de peso. Pero la epidemia se agrava. Si no se toman medidas más audaces, la extensión de la diabetes y otras enfermedades vinculadas al sobrepeso persistirá. Si la tendencia actual sigue en aumento, dentro de 15 años la obesidad afectará a la mitad de los adultos estadounidenses.
Los resultados del estudio de México (que financió en parte Bloomberg Philanthropies) son prometedores, pero no sorprendentes. Subir el precio del alcohol y el tabaco mediante los llamados “impuestos al pecado”, algo que hacen casi todos los gobiernos, ha sido una forma efectiva de desalentar su consumo. Hace falta más investigación sobre el impuesto mexicano, en especial sobre el impacto –si es que lo hay- que la declinación de la venta de refrescos ha tenido en la obesidad. Los primeros datos, de todos modos, deberían llevar a otros gobiernos a considerar la adopción de impuestos similares. Berkeley, California, se convirtió en la primera municipalidad estadounidense en adoptar un impuesto a las bebidas azucaradas en 2014. (Michael Bloomberg, el propietario mayoritario de Bloomberg, apoyó el referéndum.) Otras ciudades y estados deberían seguir sus pasos.