
CNN México
El cambio en los estilos de vida, la mala alimentación, el sedentarismo y los problemas endocrinos han puesto a los mexicanos en el tope de las estadísticas mundiales de obesidad. Pero estos no son los únicos factores para acumular kilos extra: también la falta de sueño.
“Las personas que duermen poco o tienen mal sueño, tienden a subir de peso”, explica José Dorazco Valdez, jefe de Neurofisiología Clínica y fundador de la Clínica de Sueño el Hospital Civil Fray Antonio Alcalde, en Guadalajara.
La prevalencia de obesidad se triplicó en México durante las últimas dos décadas, según datos oficiales. Actualmente el 30% de los mexicanos (más de 33 millones) padece obesidad, según el informe de Salud 2012 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Esto significa que tienen un índice de masa corporal de 30 o más. (Si quieres conocer el tuyo, haz clic aquí.)
«Las demandas del empleo, el tráfico vehicular, el estrés y el uso de las tecnologías como el internet, hacen que los mexicanos durmamos menos de las 7 y 8 horas recomendadas», dijo Reyes Haro Valencia, director de la Clínica de Trastornos del Sueño de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Los mexicanos que viven en zonas urbanas duermen en promedio 6 horas diarias, mientras que en el campo o en ciudades pequeñas lo hacen entre 7 y 8 horas, explica el doctor en neurofisiología clínica por el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía.
Las alteraciones del sueño provocan cambios en las hormonas encargadas de regular el apetito, explica Dorazco. La hormona grelina es la que genera apetito, mientras que la leptina produce la sensación de satisfacción.
Si dormimos periodos de 6 horas o menos, las funciones del cuerpo se descontrolan, provocando que los niveles en la sangre de grelina sean mayores y los de leptina menores, explica Alberto Ocampo Chavarría, coordinador Estatal del Programa de Diabetes y Riesgo Cardiovascular de la Secretaría de Salud Jalisco.
Al dormir poco, el cerebro recibe señales de que el cuerpo está hambriento y aumenta la ingesta de alimentos, lo que incrementa la posibilidad de padecer obesidad.