
JON MARTÍN CULLELL / El País
La solución a algunas enfermedades humanas puede estar coleteando en un puñado de cuevas y ríos del este de México. El Astyanax mexicanus —más conocido como sardina ciega—, un pequeño pez de color blanquecino que es objeto de rituales milenarios en el Estado de Tabasco (sureste del país), es también desde hace años una plataforma de estudio privilegiado sobre la evolución biológica. Ahora un grupo de científicos de varias universidades británicas de prestigio ha identificado uno de los genes que le permite regenerar el corazón. Un descubrimiento que abre nuevas vías de estudio sobre las patologías cardíacas en humanos, una de las principales causas de mortalidad en el mundo.
La historia de estos peces —y la razón de su utilidad para la ciencia —empieza hace más de un millón de años, cuando dos grupos de la misma familia toman caminos divergentes: unos continúan viviendo en ríos, mientras otros quedan atrapados en cuevas, donde con el tiempo se vuelven albinos y ciegos —en la oscuridad, la vista se vuelve innecesaria. Los primeros mantienen la capacidad de regenerar el corazón tras sufrir un infarto, mientras los segundos la pierden y, en su lugar, desarrollan una cicatriz en la parte músculo afectada, que deja de funcionar, como sucede en seres humanos y otros mamíferos.